Je suis Rafa Nadal
Para la gente de mi generación, los que nacimos cuando la democracia aún tenía intacto el cordón umbilical, los franceses han sido siempre unos tipos muy chovinistas que hablaban poniendo morritos y cuyas mujeres manifestaban cierta tendencia a exhibir unas axilas como las de Chewbacca.
El francés siempre fue el vecino pijo, rico y refinado, que nos miraba por encima del hombro al otro lado de los Pirineos, como si los españoles fuéramos esos señores bajitos y pobres que íbamos por la calle vestidos de torero y tocando la guitarra. Eso, por no hablar de cuando nos volcaban los camiones de fruta en la frontera para que los gabachos siguieran pensando que lo que comían en su país eran naranjas.
Pero entonces los españoles dimos el estirón. Primero Induain se la clavó hasta donde pone Toledo. Por algo la bicicleta con la que batió el récord de la hora se llamaba la Espada. Los cinco Tours que conquistó Miguelón les hicieron más daño a los franceses que si un meteorito –no lo permita el Señor– fulminara la Torre Eiffel. Los gabachos intentaron extender sobre Induráin la sombra del dopaje, pero ahí los que iban más puestos que Pocholo eran los demás: Virenque (gabacho, por cierto), Pantani, Riis o Ullrich, entre otros.
Luego, con la selección española, también tuvieron que mamar, que diría mi amigo Álvaro Ojeda. España se convirtió en la selección que dominó el fútbol mundial durante un lustro y de nuevo nuestros chovinistas vecinos intentaron echar barro sobre nuestro Mundial y nuestras Eurocopas. Lo hicieron con guiñoles y hasta con portadas de Le Monde, que llegó a acusar de dopaje a varios equipos españoles. Evidentemente, sin pruebas.
Pero lo que realmente les ha escocido, año sí y año también, a los franceses han sido los triunfos de Rafa Nadal en Roland Garros. Ni mil millones de tubos de Hemoal, Ruscus, Synalar rectal y otros ungüentos similares habrían aliviado sus picores. Cada año llegaba Rafa y levantaba la Copa de los Mosqueteros como un D’Artagnan llegado de Manacor. Y eso, si eres parisino, jode lo suyo.
Ahora hay una ex ministra francesa, la tal Roselyne Bachelot, que acusa a Rafa Nadal de haber fingido una lesión para ocultar un caso de dopaje. Y se queda tan ancha la tipa. La contestación de su tío Toni, no por lacónica ha sido menos acertada: «Es una imbécil». Lo suscribo. Y añado: también es una cretina y una gilipollas, en el sentido estricto de lo que explica la RAE.
Es fácil echar mierda sobre Rafa Nadal, como en su día (que se me olvidaba) también hicieron los franceses sobre Pau Gasol. Es fácil y es gratis. Igual alguien del Gobierno –¿hay alguien ahí?– debería contestar a esta señora, la tal Bachelot, que tiene una cara de ir oliendo a pies que no puede con ella. Pero, claro, con el Gobierno que tenemos y el que puede venir no parece que estemos para plantarle cara a nadie en Europa.
Rafa Nadal es un grande de España, como Cervantes o Ramón y Cajal. Rafa Nadal es un ejemplo para los españoles de que no debemos acomplejarnos ante nadie, aunque nos supere en talento o en experiencia. Rafa Nadal es el sueño al que todos los niños deberían aspirar a ser de mayor. Rafa Nadal es un puñetero mito, una gloria nacional y un español universal.
Por eso, JE SUIS RAFA NADAL.
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